LA CONSOLIDACIÓN DEL FRENTE DEL JILOCA (1937)
Una vez consolidado los sublevados en el valle del Jiloca, el frente bélico de las tierras del sur de Aragón quedó marcado por la llegada de milicianos republicanos de Cataluña. Mientras que la ciudad de Teruel, la Sierra de Albarracín y el corredor del Jiloca fueron controlados por los sublevados, la zona del Bajo Aragón, las Cuencas Mineras Centrales (llegando hasta Pancrudo) y el Campo de Belchite permanecieron bajo la influencia del gobierno leal a la República.
Los primeros enfrentamientos entre ambos bloques comenzaron en septiembre de 1936. Una compañía de milicianos, la Macía-Companys, intentó controlar las zonas de nadie que había entre ambos frentes, especialmente el Campo de Visiedo y Sierra Palomera. No tuvieron problemas para ocupar el valle del Alfambra, pero su avance fue interceptado en las estribaciones de sierra Palomera y en la zona de Vivel del Río y Torre los Negros por voluntarios requetés y guardias civiles de la agrupación de Calamocha. Tras estos primeros enfrentamientos se creó una larga línea de frente, fortificada con numerosas trincheras, que apenas experimentó pequeñas variaciones hasta las batallas de Teruel y Alfambra a comienzos del año 1938.
El valle del Jiloca y sus fortificaciones quedaron bajo control de la Guardia Civil y voluntarios locales. En algunos momentos, cuando se producían escarceos, acudieron tropas militares de refuerzo aprovechando las vías de ferrocarril que conectaban con Zaragoza y Calatayud. Fue dividido en dos sectores: el 6º correspondiente a la comarca de Calatayud, integrando también las comunicaciones entre Daroca y Monreal del Campo y el 7º que abarcaba la ciudad de Teruel y su cinturón defensivo hasta Monreal del Campo. Aunque la zona de Valencia era cercana y estaba el peligro del avance de las tropas de milicianos por las Cuencas Mineras, el frente del Jiloca no constituyó durante el año 1937 un objetivo primordial para ninguno de los dos bandos. No obstante, los enfrentamientos en las trincheras, los actos de sabotaje y las pequeñas incursiones en territorio hostil fueron continuos por parte de ambos bandos.
LA VENTA DEL DIABLO
Entre las iniciativas de los sublevados destacan las operaciones de la venta del Diablo y la toma de Vivel del Río en febrero de 1937, participando las tropas estacionadas en Torre los Negros, Villanueva del Rebollar, Torrecilla del Rebollar y refuerzos militares procedentes del valle del Jiloca. La operación duró varios días, en los que fallecieron más de 100 personas por fuego artillero. La caída de la venta del Diablo permitió cortar la línea de ferrocarril de Utillas en su tramo final y el control de varias líneas de comunicación.
LOS SABOTAJES AL FERROCARRIL CENTRAL DE ARAGÓN
Mientras tanto, desde el bando republicano, se realizaron incursiones nocturnas para sabotear o atacar las líneas de comunicación del Jiloca, como la realizada en abril de 1937 cuando se sabotea la línea de ferrocarril entre Caminreal y Monreal. Al pasar el tren hizo explosión un artefacto que descarriló la locomotora. Este intento de sabotaje se repitió varias veces en los meses siguientes, aunque en algunos casos fueron descubiertos por soldados nacionales que frustraron la acción. En agosto de este mismo año, atacando desde sierra de Palomera, consiguieron destruir un convoy en marcha con artillería.
EL ATAQUE A BUEÑA
Más importante fue el ataque republicano a las trincheras de Bueña a comienzos de septiembre de 1937, debido a la cercanía a Teruel y a la conflictiva Sierra de Albarracín. Esta acción formaba parte del ataque general de los republicanos al frente de Aragón, cuya principal batalla se centro en Belchite. Las trincheras de Bueña estaban defendidas por un cuerpo de élite de la Guardia Civil y voluntarios falangistas. Tras varios intentos por tomar las trincheras de sierra Palomera mediante asaltos a bayoneta y bombas de mano, los republicanos fueron rechazados.