INICIOS DE LA CONTIENDA. EXALTACIÓN NACIONAL Y REPRESIÓN
Con el triunfo de la sublevación en la ciudad de Zaragoza, el 18 de julio gran parte de Aragón fue arrastrado al bando nacionalista. Todos los cuarteles del ejército y puestos de la Guardia civil apoyaron el golpe de Estado, lo que hizo que el 19 de julio grupos de soldados, guardias
civiles y ciudadanos armados salieran a la calle y colocasen bandos declarando el estado de guerra en la ciudad de Teruel y en los pueblos con más población del valle del Jiloca (Daroca, Calamocha, Monreal del Campo…).
La adhesión del territorio fue muy rápida. El 20 de julio todas las fuerzas que habían apoyado la sublevación ya se habían asegurado todos los puntos estratégicos y vulnerables, cesando a todas las autoridades locales republicanas. La llegada de tropas militares desde Zaragoza facilitó el proceso. En algunos pueblos del valle del Jiloca, como Caminreal y Ojos Negros, donde los movimientos sindicales de ferroviarios y mineros tenían gran importancia, la indecisión duró algunos días más. Los sindicatos ferroviarios intentaron interrumpir las comunicaciones entre Zaragoza y Teruel, pero el 25 de julio se decretó la militarización del servicio y cesaron todos los enfrentamientos.
EXALTACIÓN DE LA FALANGE Y EL “ALZAMIENTO” FRANQUISTA
Desde finales de julio se observa en el valle del Jiloca un doble proceso de exaltación de los valores vinculados a los sublevados y de represión de todas las ideologías opuestas a los mismos. Pequeños grupos de falangistas, que no habían tenido presencia en estas tierras, comenzaron a movilizarse y a crear "banderas" y agrupaciones locales, intentando reclutar nuevos voluntarios e incrementar las donaciones y apoyos a la guerra. En Calamocha esta iniciativa fue auspicidada por José Antonio Martínez, un falangista que procedía de Zaragoza. Al mismo tiempo, los nuevos ayuntamientos movilizaron a los vecinos en grandes manifestaciones patrióticas, desfilando por las calles con banderas falangistas, Balillas fascistas o Margaritas y Pelayos de influencia carlista.
REPRESIÓN DE LOS ENEMIGOS DEL NUEVO RÉGIMEN
Paralelamente se desencadenó en el valle del Jiloca la represión y aniquilamiento de todos los dirigentes de partidos liberales, obreros y sindicalistas, así como de aquellas personas que habían destacado en el gobierno de la República. Aún sin encontrar resistencia, no hubo piedad para estas personas, dando lugar a unos meses de fusiló a alcaldes, concejales de izquierdas o sindicalistas que no Calamocha fueron 133 y en el de Daroca 33. Destaca la fuerte represión
que sufrió la Sierra de Albarracín, en la cual fueron asesinadas 206 personas de las que 31 eran de Cella, 32 de Santa Eulalia y 26 de Villarquemado. Esta dura represión marcaría a muchas familias de estos pueblos.
ANTICLERICALISMO REPUBLICANO
En el bando republicano, el vacío de poder y la llegada de milicias obreras provocó una gran violencia dirigida hacia los que habían valle del Jiloca no hubo asesinatos de terratenientes, curas o frailes, puesto que no cayó en ningún momento en poder de las milicias, pero sí que se buscó una derrota simbólica de estos poderes bombardeando las iglesias cercanas al frente (como la iglesia de Torre los Negros), incendiando los templos y santuarios en las pocas localidades ocupadas, como Herrera de los Navarros, Loscos, Bádenas, Nogueras y Santa Cruz de Nogueras.